lunes, 31 de mayo de 2010

Daisy y Héctor

Daisy y Héctor

Noche tras noche Daisy se sentaba frente a su computadora y tecleaba palabras llenas de sentimientos. ¿Cuánto hacía? Dos…tres meses ya y todavía no sabía cómo era Héctor. Al principio de sus conversaciones éste le había dicho que iba a buscar una de sus fotos para que ella lo conociera, pero el tiempo pasó y aún no había encontrado la dichosa foto. Pero, por ahora, Daisy se conformaba con las palabras llenas de sabiduría y cultura de su amigo. Le encantaba hablar con él a través del micrófono. La vasta cultura de ambos los hacía adentrarse en temáticas diversas, especialmente de literatura.

La primera vez que se encontraron en el chat, ella le pidió cámara, pero él le dijo que no tenía, pero que le mandaría una foto tan pronto la encontrara. Ella tampoco tenía cámara pero tenía una foto en su perfil, así que él pudo verla.

A ella le extraño el nick del hombre, “Centauro”, por lo que le pregunto la razón del mismo. Éste le contestó que esa era la fantasía de todo hombre, ser un centauro, hombre arriba y caballo abajo. Ella pensó que eso era muy erótico. Pero él le dijo que en su caso era lo contrario. “¿Cómo así?” – le preguntó Daisy. “Nada” – contestó él – “que soy Centauro arriba y hombre abajo”. “Que extraño eres”- le dijo Daisy.

Las conversaciones siguieron por muchos meses más. Daisy continuaba pidiéndole la foto, pero él siempre tenía una excusa. Así que pasó el tiempo y ya casi eran como familia. Daisy confiaba mucho en Héctor y éste en ella. De la amistad pasaron a enamorarse platónicamente. El amor los mantenía unidos a pesar de estar tan lejos el uno del otro. Las conversaciones ya eran tan necesarias como el respirar. Cuando hablaban, el amor florecía. Lo cultivaban con frases de amor y de nostalgias. ¿Cuántas veces se juraron amor? ¿Cuántas más prometieron verse y amarse?

Sentimientos que quedaron frustrados cuando una noche Daisy recibe un correo electrónico de Héctor. A medida que lo “leía” Daisy se encogía y las lágrimas se desbordaban por sus ojos.

Daisy:

Soy Pablo, hermano de Héctor. Te escribo desde su correo pues él ya no lo podrá hacer. Murió ayer a las 3:00pm, en la sala de operaciones. Héctor nunca te lo dijo, pero tenía un tumor que le cubría la mitad de su cara. Se ocultaba siempre detrás de su computadora. Te amaba y como le dieron una pequeña esperanza con esta operación, él la quiso tomar. Desgraciadamente no fue tan fácil y murió.

No te sientas culpable, tú no sabías nada y Dios así lo dispuso. Héctor pidió que si moría no te dejaran verlo, por lo que te agradecería no vinieras a su velorio.

Perdona el que sea yo el que te dé tan triste noticia.

Unidos en el amor a Héctor,

Pablo.

Daisy suspiró hondo. Las lágrimas resbalaban por todo su rostro. Pensó en el amor que su corazón sentía por Héctor. Que ya no lo vería más. Ver… Y se puso sus lentes oscuros.

Mis nietos Ratoncitos preciosos de la mano de Dios. Mis ninitos queridos querubines de Dios. Mis razones de vida mi legado de Dios.