El secreto de la tía Maritza
15/oct/2010
Mi hermana y yo siempre le dimos largas al asunto. Pero, tarde o temprano había que hacerlo. Nuestra madre nos lo había pedido y su pedido era una orden para nosotras. Ir a recoger la casa de la abuela, regalar lo que sirviera, botar lo que no y si queríamos algo, quedárnoslo. Ya hacía cinco meses del deceso de ésta, así que decidimos hacerlo ese fin de semana.
Después de dos días de ardua labor, dimos con unos papeles que nos llamaron la atención. Eran unas copias amarillentas de correos electrónicos, con fechas de doce años atrás. Con la curiosidad a flor de piel, comenzamos a leer aquellas cartas. Nuestra sorpresa no tuvo límites cuando comprendimos lo que aquello significaba. La tía Maritza, gemela de nuestra madre, no llegó a casarse. El misterio siempre giró en torno a aquella hermosa y solitaria mujer que vivía encerrada casi todo el tiempo. Hubo hombres que se le acercaron, pero ella los rechazaba sin el mayor interés. Hasta que, a los 28 años murió ahogada en el río, debido a las intensas lluvias que habían ocurrido durante ese tiempo.
Dejamos todo lo que estábamos haciendo, pusimos en orden de fechas las cartas y comenzamos a leer aquellas misivas misteriosas. A medida que las leíamos, más nos sorprendíamos. El autor de más de la mitad de las cartas era un alemán que había emigrado a Chile quince años antes.
Él y mi tía hablaban de sus encuentros virtuales, de cómo se fueron enamorando y de los deseos de ambos de encontrarse. El hombre escribía hermoso. Cartas en un correcto español que transmitían hermosos sentimientos. Las contestaciones de mi tía contenían el mismo fuego y pasión con que le escribía aquel hombre. A medida que corría el tiempo las promesas y sueños se intensificaban. Pero, el hombre era casado y era el padre de cuatro niños. Tenía treinta y seis años y una gran empresa que manejar.
Prometió dejarlo todo. Separarse. Viajar a Puerto Rico a buscarla e irse juntos a Alemania. Desaparecer ambos y vivir su amor. Ella le pidió que esperara un tiempo. Sus hijos eran muy pequeños y lo necesitaban. Pero él insistió. No quería perderla.
Siguieron las cartas. La intensidad de los sentimientos seguía. El dolor de la separación se palpaba en los correos de ambos. Hasta que un día el azote de un huracán tronchó las misivas. Hubo un lapso. Al reanudarse las cartas ya no era lo mismo. Algo se había roto en él.
Querida Maritza:
Sé que has estado esperando que te escriba desde hace días... Discúlpame por no haberlo hecho antes. Tuve tiempo para hacerlo el jueves, pero no te envié el e-mail ese día porque no me gustó, no contenía todo lo que realmente te quería decir. Todos estos meses desde que nos hemos conocido han sido muy especiales. No sabes cuanto he soñado contigo, cuantas veces te he ansiado y deseado con una intensidad que desconocía. Todas esas veces que hemos hablado y que he podido escuchar tu voz y tu risa... Son tan fuertes los sentimientos que tú me provocas que no puedo dejar de pensar en ti... siempre te amaré, te lo he dicho muchas veces... y sé que será así... Tú te estarás preguntando entonces que es lo que nos ha alejado, que es lo que ha pasado... (?) Pienso que han sido dos razones. Por un lado, me he ido dando cuenta que necesitas más de lo que yo te he podido dar.
Son tantos los sentimientos... hermosos por cierto, porque es lindo amar así... a pesar de todo... Por otra parte, me he dado cuenta que lo nuestro llegó a un punto en que debía tomar una decisión definitiva...no te lo niego... me asusté al pensar que debía dejar a mis hijos... no había otra manera, no podía seguir lo nuestro en la misma forma como había sido hasta ese momento... Tu situación es algo diferente a la mía... eres joven, soltera...
Eso me hizo repensar todo... me sentí confundido y sin saber que hacer... yo creo que eso me hizo tratar de retroceder... de no avanzar más... de sólo llegar hasta ahí... no sé si me comprendas, porque no sé si lo he expresado bien... espero que me entiendas...
Maritza, tú eres una gran mujer, siempre te lo he dicho... así lo siento, sé que es así... siempre te he sentido como una princesa, como un tesoro... No quiero dejar de escribirte, ojalá que me respondas a esta carta con todo lo que sientes... no creas que todo esto no me duele... pero hay realidades y hay sueños..... y hay sueños que se pueden transformar en realidades y sueños que cambian las realidades... tú me escribiste: "me gustaría que fueras pobre, pero libre para mí"... quizá eso es lo que no pueda ser... Nunca he jugado contigo amor, nunca... nunca pienses eso !!!... quizá hoy estoy más melancólico que de costumbre... no lo sé... pero quería escribirte todo esto porque refleja mis sentimientos... y quiero que sepas que te amo, a pesar de todo...
Tuyo siempre,
Rod
Hola mi tesoro:
Son las 11:35 de la mañana y aprovecho para escribirte este e-mail.
Sabes? Cada día me siento más sola, en estos momentos me siento más sola que nunca, mi alma se siente sola y sin ganas de vivir. No sé que me pasa... pero perdona que te diga esto. No es justo para ti.
Te amo...te amo mucho. Quizás este amor es sólo el aliento que me da vida...aunque sea un imposible. Sólo sé que estás allí...que me lees y que quizás en algún momento me contestes y eso es algo. Te juro que no quiero interrumpir tu vida, ni darte problemas...sólo quiero que me sientas a través de estas palabras. Tal vez nunca te
he hablado así... ya tú me estás olvidando...y sé que aunque guardes por siempre el recuerdo de mi amor...me olvidarás y vivirás tu vida. Presiento que ya lo estás haciendo... y no te culpo. Tú no eres el culpable de lo que me pasa, así que no te preocupes. Al contrario...con tu amor me diste fuerzas en un tiempo. No te olvidaré nunca...no dejaré de sentir este amor por ti. Te juro que cuando venga la muerte aún seguiré pensando en ti. No quiero seguir aburriéndote con mis cosas... es mas...ni siquiera sé si leerás esto...te he escrito tanto y no me contestas... Sé que hay algo más de lo que me dices... lo presiento... pero para qué preguntar lo que no me quieres decir. Sigo pensando que jamás nos conoceremos...así que para que insistir. Aunque no me olvide de ti... sé que llegará un tiempo en que dejaré de escribirte... tiene que ser así...verdad? Por eso tú no me contestas...sé que es para que me vaya cansando... y deje de hacerlo yo. Y lo haré...llegará el momento que me cansaré de este monólogo...de que cada cinco u ocho o que sé yo cuantos e-mails míos...reciba uno tuyo. Tienes el tiempo... tú lo dijiste: "puedo sacar esos 5 minutos" pero no lo haces...por que no quieres...quieres que te olvide. Sólo que si es así... porque no me lo dices abiertamente? Si lo haces...te juro que no te molestaré más...si eso es lo que de verdad deseas...sé sincero y dímelo. Pero mientras tanto...mantienes mis esperanzas...mantienes esta llama que a veces me consume...pero que también sustenta mi vida... Te vuelvo a pedir perdón... no quiero molestarte...no quiero que sientas pena por mi...ni que me compadezcas... perdóname amor... perdóname... he estado a punto de borrar este e-mail en dos ocasiones... pero no lo haré... quiero que lo recibas... y quiero que me olvides... por que sé que ahora querrás terminar conmigo de una vez.
Siempre tuya... Maritza.
Habían pasado dos días después de esta última misiva, cuando el río se llevó el cuerpo de la tía Maritza. Mi hermana y yo nos miramos. Nuestra tía buscó su gran amor en el río y éste le tendió sus brazos.
Esa tarde hicimos una fogata. El viento se llevó el humo en el que se convirtieron las palabras, el humo se volvió nada y el secreto siguió su vuelo.
Al otro día, muy temprano, salimos para la capital. Allí nos esperaba nuestra madre, ajena a la verdadera historia de la tía. El secreto quedó enterrado con ella y en nuestros corazones.
Ser mujer y desnudarse ante el mundo a través de la palabra, no es fácil. Mas, aquí está el siglo XXI, desbaratando y enterrando ritos y mitos. La llaga a ratos sangra, a ratos sana. El antibiótico de la esencia femenina trabaja. Esperemos la cura total de la humanidad.
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