La loca del 301
Un grito desgarrador rompió el silencio del lugar y heló mi sangre. A éste siguió un corre y corre y un “se nos muere la del 301, se nos muere”. A pesar de toda mi experiencia como psiquiatra no pude evitar la tensión por la emergencia del momento. La situación empeoró. La enferma entró en “shock”. Desde el pasillo escuchaba frases entrecortadas que repetían, “se nos muere”, “hay que llamar a la familia”, “electroshock”, “otro”, “otro”…
Seguí mi ronda pero el recuerdo del drama que se llevó a cabo en el cuarto de emergencias me siguió toda la mañana. Al terminar mi turno esa noche pregunté a una de las enfermeras que había estado en el “corre y corre”, lo que había sucedido.
“Es la loca del 301. Su historia es el mejor ejemplo de la estupidez que se puede cometer por no tener los pies bien puestos sobre la tierra.”
La curiosidad unida a un no sé qué, me impulsó a seguir escuchando la narración de la enfermera.
“La logramos salvar pero todo es cuestión de tiempo. No tiene remedio. Otro ataque y se nos va. Sus ataques de demencia comienzan siempre igual. Grita, sus ojos se dilatan, escupe, muerde…prácticamente se convierte en una fiera; luego se pierde en el infinito repitiendo constantemente el mismo nombre: “Carlos…Carlos”. Luego cae con espasmos, echa saliva, tiembla y entra en “shock”. ¡Es una lástima, fue una mujer tan culta!”
Ante mi afán de saber, prosiguió la narración.
“Es una historia muy triste. Una mujer felizmente casada, con niños, con futuro; hasta que la desgracia la visitó. Comenzó a relacionarse con personas de diversas partes del mundo a través de la computadora. Entre éstos con un joven mejicano, lleno de vida y sueños alocados. Las conversaciones se hicieron largas, apasionadas, misteriosas. El frío teclado fue adquiriendo un sentido de complicidad, la distancia se hizo un suspiro y una amistad que comenzó como todas: “Hola”,” ¿De dónde eres?”,” ¿Cuántos años tienes? ”; se convirtió en el más extraño y loco amor. La idea de lo desconocido, de lo prohibido, los envolvió y los unió aún más. Así poco a poco, día a día, distancia a distancia, el amor irreal se hizo real, cada día más grande e intenso.”
“Cuando la pobre mujer se dio cuenta ya se había enamorado y estaba envuelta en una telaraña de sueños y fantasías. Sin conocerse, sin saber nada el uno del otro, sin el contacto piel-sustancia, se entregaron el uno al otro en sueños, en la mente ansiosa de amor de esa loca apasionada. Las frases de amor fueron vistas por muchos y algunos se dieron cuenta de ese sueño absurdo y sin sentido.”
“Ella echó a un lado toda su vida, cambió su mundo real por una no-existencia y se limitó a ser de él, a que todo su horizonte fuera él y juntos volaron en sueños de espejismos y nostalgias. Perdió sus estudios, su carrera, su familia; toda su vida y su mundo se volvió él y su gloria fue él y su universo fue él.”
“Hasta que un día quiso saber y encontró la respuesta. Descubrió que todo había sido sólo un sueño… El joven se reunía todas las noches con un grupo de amigos, juntos disfrutaban las mentiras, preparaban las respuestas, moldeaban ese amor que entregaban en frases hechas. Se burlaron de ella, de sus sentimientos, de sus sueños, de su amor y de la gloria alcanzada a través de fantasías e ilusiones.”
“Todas las emociones sentidas se volvieron una, todo el éxtasis logrado se transformó en otro superior y la locura la envolvió para no dejarla ya más. Su mente enamorada no entendió y sucumbió. Lleva tres años aquí y la verdad, no creo que dure mucho. Ella no desea ya vivir, no tiene alientos de vida.”
¿Qué sentimientos encontrados provocó esa historia en mí? ¿Qué fue lo que verdaderamente me impactó de la vida de esa mujer? Solo sé que mis pasos me llevaron a su cuarto. Cuando entré la vi tirada en aquella cama de hospital, era un cuerpo muerto, y unos ojos sin vida los que me miraban. Todo el dolor del mundo estaba reflejado en esos ojos opacos que me miraban de cientos de siglos de distancia.
Fui hacia ella y sus ojos me siguieron y a través de ellos vi el inmenso amor que se encontraba prisionero dentro de ese cuerpo de mujer, un amor que había ido más allá del tiempo, el espacio y la distancia. De pronto, una mueca simulando una sonrisa se dibujó en sus labios y de ellos como un murmullo salió un nombre: “Carlos… Carlos… Viniste.”
Nunca pensé que se pudiera amar en esa forma. Ese nombre me transformó y la amé como tendría que haberla amado él… y sentí un amor fuera del cuerpo, de lo real, de lo tangible: un amor espiritual. Entendí su amor y me inundé de él. Tomé su mano entre las mías y su sonrisa se hizo más humana. Y escuché su voz suave, tranquila, delicada: “Carlos… amor… gracias por venir a verme. Sabía que no me abandonarías”.
Todo su cuerpo tembló, sus ojos se desorbitaron y su corazón dejó de latir. Yo quedé allí, trémulo, con su mano entre las mías y con el cansancio de siglos sobre mi espalda.