Reflejos
13/dic/2006
13/dic/2006
A: Sebastián
Miró su reflejo en el espejo. Poco a poco se fue acercando hasta que la imagen se reflejó a sí misma y él se convirtió en su imagen. Cerró los ojos y se dejó ir.
……
Despertó sobresaltado. Estaba en una cama de hospital. Estaba allí sin saber por qué, sin saber qué había pasado.
Una enfermera entró y le preguntó como se sentía. Sentir – pensó – sentir… en realidad, ¿cómo me siento? Su cerebro no coordinaba. Sus pensamientos se perdieron en el laberinto de interrogantes y recuerdos…
……
Zoraida le impactó desde que la conoció. Su sonrisa pícara, su belleza natural y ese don de acaparar la atención de todo aquel que se le acercaba le fascinó. Verla y enamorarse de ella fue simultáneo. Ya a los seis meses habían decidido casarse. Las familias de ambos prepararon todo. Brian tenía 25 años y Zoraida 26, él maestro de historia y ella contable de uno de los bancos más importantes de la Milla de oro.
Se casaron. La luna de miel fue fabulosa, los primeros meses de felicidad total. Pronto ambos volvieron a la rutina de sus trabajos, ahogados en el quehacer diario del vivir actual. Habían decidido que por el momento no tendrían hijos. Esperarían hasta adaptarse ambos a la vida matrimonial.
Brian notó que el carácter de su esposa estaba cambiando. Llegaba del trabajo de mal humor, cansada y la mayoría de las veces más tarde de lo usual. Cuando le preguntaba, ella contestaba de forma grosera.
El hombre se ocupaba de cocinar cada vez que llegaba antes que ella, que era casi siempre. Ya la mujer no fregaba, ni limpiaba la casa, siempre con la excusa de que estaba cansada. Él la excusaba pensando que ella trabajaba y ganaba más que él, tenía más responsabilidades, su vida era más complicada,
Decidió dejar todo así, pero las cosas se siguieron complicando. Él llegaba a recoger, cocinar y fregar. Más tarde hacía los trabajos de la escuela.
Poco tiempo después salieron a una fiesta que daban unos amigos y vio a Zoraida coqueteando con uno de ellos. Esto lo sorprendió. La cogió del brazo y la obligó a entrar en el carro. Cuando llegaron a la casa la increpó. Ella estaba furiosa por la vergüenza que le había hecho pasar ante sus amigos. Nunca la había visto así. Se le fue encima, lo empujó y le dio puños en la cara y en los brazos. El asombro de Brian no tuvo límites, pero aguantó la violencia física y verbal de su mujer.
Al otro día decidió hablar con su mujer tan pronto llegara del trabajo . Pero, Zoraida se comportó como si no hubiera pasado nada. Pensó que no debía permitir que esa situación continuara. Él no la maltrataba. ¿Por qué ella debía hacerlo con él? Pensó en su madre. ¿Qué pensaría ella si le contara que su mujer lo maltrataba? ¿Y su padre? La vergüenza encendió su rostro.
El tiempo pasó y una noche Zoraida no llegó a dormir. Brian estaba furioso. Le preguntó dónde y con quién había pasado la noche. Ella lo miró desde lejos. Como si no lo escuchara. Cuando él siguió insistiendo, ella se volteó y le tiró con la cartera, agarró un florero y se lo rompió en la cabeza.
……
Del hospital volvió a la casa, recogió todas sus cosas y se fue.
……
Vivía solo en un pequeño estudio. Ahora mirándose en el espejo volvía a su mente la ilusión, la alegría, la esperanza.
Salieron y disfrutaron como cuando eran novios. Fue una noche maravillosa. Se hicieron muchas promesas. Ambos pondrían de su parte. Se amaban por sobre todas las cosas.
Pasó el tiempo. Una noche Zoraida llegó pasada de copas y le increpó por no tener la comida lista. Sus ojos despedían fuego. Brian se asustó al ver a su mujer así. Trató de calmarla pero ésta siguió peleándole. Esta vez cogió la sartén y le dio por la cabeza. Brian titubeó por unos segundos, hasta que cayó sobre la esquina de la mesa. Un hilo de sangre comenzó a salir de la herida. Al verlo inconsciente, Zoraida se asustó y comenzó a llamarlo. Buscó su pulso y con horror se dio cuenta que no lo sentía. Brian estaba muerto. Lágrimas de dolor y desesperación comenzaron a aflorar por los ojos de la mujer.
……
El espejo la reflejó y a su vez reflejó a su padre frente al cuerpo de su madre.
Miró su reflejo en el espejo. Poco a poco se fue acercando hasta que la imagen se reflejó a sí misma y él se convirtió en su imagen. Cerró los ojos y se dejó ir.
……
Despertó sobresaltado. Estaba en una cama de hospital. Estaba allí sin saber por qué, sin saber qué había pasado.
Una enfermera entró y le preguntó como se sentía. Sentir – pensó – sentir… en realidad, ¿cómo me siento? Su cerebro no coordinaba. Sus pensamientos se perdieron en el laberinto de interrogantes y recuerdos…
……
Zoraida le impactó desde que la conoció. Su sonrisa pícara, su belleza natural y ese don de acaparar la atención de todo aquel que se le acercaba le fascinó. Verla y enamorarse de ella fue simultáneo. Ya a los seis meses habían decidido casarse. Las familias de ambos prepararon todo. Brian tenía 25 años y Zoraida 26, él maestro de historia y ella contable de uno de los bancos más importantes de la Milla de oro.
Se casaron. La luna de miel fue fabulosa, los primeros meses de felicidad total. Pronto ambos volvieron a la rutina de sus trabajos, ahogados en el quehacer diario del vivir actual. Habían decidido que por el momento no tendrían hijos. Esperarían hasta adaptarse ambos a la vida matrimonial.
Brian notó que el carácter de su esposa estaba cambiando. Llegaba del trabajo de mal humor, cansada y la mayoría de las veces más tarde de lo usual. Cuando le preguntaba, ella contestaba de forma grosera.
El hombre se ocupaba de cocinar cada vez que llegaba antes que ella, que era casi siempre. Ya la mujer no fregaba, ni limpiaba la casa, siempre con la excusa de que estaba cansada. Él la excusaba pensando que ella trabajaba y ganaba más que él, tenía más responsabilidades, su vida era más complicada,
Decidió dejar todo así, pero las cosas se siguieron complicando. Él llegaba a recoger, cocinar y fregar. Más tarde hacía los trabajos de la escuela.
Poco tiempo después salieron a una fiesta que daban unos amigos y vio a Zoraida coqueteando con uno de ellos. Esto lo sorprendió. La cogió del brazo y la obligó a entrar en el carro. Cuando llegaron a la casa la increpó. Ella estaba furiosa por la vergüenza que le había hecho pasar ante sus amigos. Nunca la había visto así. Se le fue encima, lo empujó y le dio puños en la cara y en los brazos. El asombro de Brian no tuvo límites, pero aguantó la violencia física y verbal de su mujer.
Al otro día decidió hablar con su mujer tan pronto llegara del trabajo . Pero, Zoraida se comportó como si no hubiera pasado nada. Pensó que no debía permitir que esa situación continuara. Él no la maltrataba. ¿Por qué ella debía hacerlo con él? Pensó en su madre. ¿Qué pensaría ella si le contara que su mujer lo maltrataba? ¿Y su padre? La vergüenza encendió su rostro.
El tiempo pasó y una noche Zoraida no llegó a dormir. Brian estaba furioso. Le preguntó dónde y con quién había pasado la noche. Ella lo miró desde lejos. Como si no lo escuchara. Cuando él siguió insistiendo, ella se volteó y le tiró con la cartera, agarró un florero y se lo rompió en la cabeza.
……
Del hospital volvió a la casa, recogió todas sus cosas y se fue.
……
Vivía solo en un pequeño estudio. Ahora mirándose en el espejo volvía a su mente la ilusión, la alegría, la esperanza.
Salieron y disfrutaron como cuando eran novios. Fue una noche maravillosa. Se hicieron muchas promesas. Ambos pondrían de su parte. Se amaban por sobre todas las cosas.
Pasó el tiempo. Una noche Zoraida llegó pasada de copas y le increpó por no tener la comida lista. Sus ojos despedían fuego. Brian se asustó al ver a su mujer así. Trató de calmarla pero ésta siguió peleándole. Esta vez cogió la sartén y le dio por la cabeza. Brian titubeó por unos segundos, hasta que cayó sobre la esquina de la mesa. Un hilo de sangre comenzó a salir de la herida. Al verlo inconsciente, Zoraida se asustó y comenzó a llamarlo. Buscó su pulso y con horror se dio cuenta que no lo sentía. Brian estaba muerto. Lágrimas de dolor y desesperación comenzaron a aflorar por los ojos de la mujer.
……
El espejo la reflejó y a su vez reflejó a su padre frente al cuerpo de su madre.
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